Porque, ante las dificultades- sobre todo si son graves- caben dos opciones:
- o creer que Dios juega conmigo y me hace pasarlo mal. Entonces, me enfadaré con Dios y pasaré de Él.
- o que Dios permite sólo lo que me conviene (no quiere directamente que suframos), aún sabiendo que, como soy libre, puedo elegir no entenderlo y alejarme de Él.
El Papa Benedicto XVI, contestando a una pregunta de un seminarista, explica un poco más este misterio del dolor y el sufrimiento:
El cristianismo nos da la alegría, porque el
amor da alegría. Pero el amor es siempre un proceso en el que hay que perderse,
en el que hay que salir de sí mismo. En este sentido, también es un proceso
doloroso. Sólo así es hermoso y nos hace madurar y llegar a la verdadera
alegría. Quien quiere afirmar o quien promete sólo una vida alegre y cómoda,
miente, porque esta no es la verdad del hombre. La consecuencia es que luego se
debe huir a paraísos falsos. Precisamente así no se llega a la alegría, sino a
la autodestrucción.
Sí, el cristianismo nos anuncia
la alegría; pero esta alegría sólo crece en el camino del amor y este camino
del amor guarda relación con la cruz, con la comunión con Cristo crucificado. Y
está representada por el grano de trigo que cae en tierra. Cuando comencemos a
comprender y a aceptar esto, cada día, porque cada día nos trae alguna
insatisfacción, alguna dificultad que también produce dolor, cuando aceptemos
esta escuela del seguimiento de Cristo, como los Apóstoles tuvieron que
aprender en esta escuela, entonces también seremos capaces de ayudar a los que
sufren.
Muchos antes han tenido que elegir y muchos, más de los que parece, han elegido a Dios y con ello la felicidad, la paz y la alegría.
Puedes ampliar la información sobre el tema en este enlace sobre CS Lewis, escritor inglés converso, que trató en sus escritos el problema del dolor. Lo hizo con conocimento de causa, ya que su mujer falleció de cáncer poco tiempo después de casarse. Esta historia la refleja la película Tierras de penumbra:
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