Probablemente uno de los temas que más tinta ha dejado correr es el dolor, sobre todo si es de personas inocentes. Como católicos, tenemos la respuesta en la cruz. Con palabras de Juan Pablo II: Cristo crucificado es una prueba de la solidaridad de Dios con el hombre que
sufre. Dios se pone de parte del hombre. Lo hace de manera radical: «Se humilló
a sí mismo asumiendo la condición de siervo, haciéndose obediente hasta la
muerte y muerte de cruz» (Flp 2,7-8).
Para conocer toda la explicación que da el Papa, puedes leer estos dos capítulos de su libro "Cruzando el umbral de la esperanza", en el que responde una serie de cuestiones de actualidad. Pincha en los enlaces para leer los capítulos relacionados con el dolor:
Pero, como siempre, un testimonio puede ilustrar mejor una idea muy clara: Dios saca bienes incluso de lo que nos parece que son males.
Álvaro Domecq escribió esta carta cuando fallecieron cuatro nietas, de 21 a 11 años, en un accidente de tráfico en 1990. Fue publicada por el periódico ABC.
Señor Director
Pienso, además, que no es ilusión de padre o de abuelo, porque
me parece ver a Manoli con su ímpetu de ardilla subir corriendo al cielo para
preparar el camino y el encuentro que es muy largo, y sé que cualquiera de
vosotras os entretendríais cogiendo flores del camino. De Valvanera recuerdo
cuando me llevó a su colegio para que les diera una charla a sus compañeras de
clase. Al llegar me acompañó al oratorio y allí vi una imagen que hoy recuerdo
cada instante. Como retablo, un gran cuadro de la Inmaculada y volando por el
cielo azul cinco ángeles, que pienso ahora que erais vosotras. Acuérdate, Valvanera,
que os dije que os agarrarais a su manto para no caer. Como me hicisteis caso,
vivo ese recuerdo, porque además vuestra madre ha puesto cinco lamparas siempre
encendidas ante el sagrario del oratorio. Yo las contemplo y os veo, cinco
luceros encendidos siempre, que me alumbran mucho. Son luces, hijas mías, del
amor de mucha gente, que se han unido a nuestro dolor. porque nos vieron de
Cirineo en esta Semana Santa
¡Qué Semana más Santa nos habéis hecho vivir este año! Yo
todos los días he visto el mismo paso Mana José arreglando las flores, siempre
con una sonrisa en los labios. La vi así cuando sus compañeras de carrera enviaron
una foto, en donde todas, más de treinta, estaban en su aula de estudio, serias,
atentas al objetivo, y María José riéndose: que maravillosa alegría, que les
devuelvo a esas jóvenes por ese detalle a mi hija del alma.
Esperanza iba a caballo, preguntándome siempre si llevaba la
postura correcta y si su galope era académico. Me figuro que habrá sido
triunfal su entrada en el cielo. Creo que Santiago no podría contener sus
lágrimas. Tan chica, tan bonita, tan buena caballista no había entrado nunca en
el cielo
Valvanera se pondría de rodillas delante de Dios. Iría cansada
de poner tanto amor en el viaje, y de pronto ante E1, con la cara tan dulce
como me miraba a mí, porque yo entonces era como su padre. Y se fue: se fue
cuando ya se iba adentrando en el estudio, en el trato y en la bondad. Se fue y
eso que tenia ganas de ternura humana Se fue porque no podría dejar sola a
Patricia que era la más pequeña, la más inocente; y tan cariñosa que donde te
veía te abrazaba La vamos a recordar mucho, porque las lamparillas que su madre
puso ante el sagrario nos recodarán su luz y sus abrazos He escrito luz, sin
darme cuenta que ellas son luz para mucha gente. He visto muchas personas
acercarse a la luz, unas para ver y otras para calentarse de ese amor,
maravillosa hoguera del corazón que se enciende cuando la pena te viene y no te
deja
Todo pasa, pero no todo va pasando. Teníamos necesidad de
muchas cosas, de su amor, de su juventud, de su alegría y ahora todo son
recuerdos, y en lugar de ocuparnos de vosotras, os vais a ocupar de todos los
de aquí, aunque ahora vuestra preocupación va a ser más importante: pedir ánimo
para vuestro padre y fuerza para vuestra madre, porque los dos eran tan felices
con vosotras que van a notar mucho vuestra falta
En realidad, erais un regalo de Dios que no podíamos merecer
nunca Por eso, te las entregamos sin rabieta, con todo ese cariño que nos mandó
tanta gente con sus sentimientos llenos de amor por nosotros. Porque a pesar de
ser una familia numerosa no podremos nunca agradecer tanta piedad, pero no
olvidéis que Dios siempre paga
Alvaro Domeq y Díez.
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